¿Qué tal comienza el día de hoy?
El mío empezó muy bien, salí de mi casa muy sonriente gracias a mi compi y amiga Dianna M. Marqués. Y el motivo os le cuento ahora.
Es una gran persona y escritora, pero también una magnífica correctora, que me ha puesto las pilas en lo que a la novela se refiere. Llevamos trabajando duro mucho tiempo para que la reedición de Dimathian sea estupenda.
Estoy muy contenta de haberla contratado como correctora, pues creo que el trabajo ha sido duro pero está mereciendo la pena.
Y como quiero compartir con todos vosotros y vosotras esta felicidad y alegría que siento, os hago un regalo.
Os pongo el nuevo prólogo.
Galaxia Dimán…
El planeta, Dimathian, era un lugar en
relativa paz dividido en cinco grandes reinos: Agolán, Mitarán, Lendarián,
Adopalán y Oscorán. Estos reinos formaban un amplio continente que estaba
rodeado por una descomunal cadena montañosa, que los separaba de Dimilian, que resultaba desconocido para
todos los dimathianos, no sabían si había tierra, mar, o incluso si había
alguna forma de vida. Parecía imposible de traspasar, ni tan siquiera con
magia. Aquella enorme y monstruosa barrera natural se conocía como Shantú.
Sin embargo, había diferentes pasos que atravesaban el muro, pero, debido a
lo peligroso que era aventurarse al otro lado, se encontraban vigilados por una
guarnición compuesta de varios soldados y un mago, de esa manera, lograban
evitar que locos aventureros se adentrasen en Dimilian.
Entre la población de los reinos, se conocían
cientos de historias que dieron paso a leyendas, en las que los magos más
osados, que se habían aventurado a cruzar al otro lado, o bien no regresaban o si
lo hacían, volvían fuera de sí y hablando sobre algo llamado El Vacio.
Todos los reinos eran bastante amplios y sus
habitantes vivían en casas colindantes a los castillos. Las pequeñas casitas, eran
construcciones de piedra, pero de gran belleza, en las que sus habitantes se
guarecían y vivían en paz. Era cierto que en Agorán las construcciones tenían
ciertos elementos relativos al agua, les gustaba rendir culto a ese recurso que
bañaba sus tierras, realizando dibujos, mosaicos o pequeños monumentos con
forma de gota de agua, ya que Agolán estaba situado a la orilla del Mar Lianún
disponiendo del puerto más importante del planeta, y cuyos habitantes eran
grandes marineros y pescadores.
De igual manera, en Mitarán hacian honor al
desierto, cosntruyendo casas más consistentes para protegerse del calor y
sequedad del entorno, ya que las tierras de Mitarán eran vastas extensiones
desérticas, de las cuales sus habitantes habían aprendido a sacar los recursos
necesarios para sobrevivir y comerciar con los otros reinos.
La belleza de las casas los reinos de
Lendarián y Adopalán era debiada a que estaban bañados por los frondosos y
majestuosos bosques de Dimathian que llegaban hasta el gran Mar, llenándolos de vida y convirtiéndolos en los reinos
más envidiados por la fertilidad de sus tierras.
En cuanto a Oscorán el último y más temido de
los reinos, se encontraba situado en el Valle Negro rodeado por cadenas
montañosas, que lo aislaban de los otros cuatro reinos. Sus habitantes,
compuestos por magos de la peor calaña que fue expulsada y repudiada por el
resto de reinos, eran los más peligrosos de todo el planeta.
Sin embargo, todas tenían un punto en común,
ya que siempre trataban de poblar zonas cercanas a los castillos, pues servían
de protección a la realeza y los propios habitantes se sentían protegidos por
los guerreros de los castillos.
Los habitantes del planeta Dimathian, estaban
divididos en dos sociedades, formadas por los grandes magos, que estaban
considerados como los más poderosos de su galaxia, y la clase media, humanos
que tenían tratados con ellos para poder vivir en armonía, a pesar de esa
diferencia de Clase social todos vivían juntos en los poblados, aprendiendo
mutuamente unos de otros. Coexistían en simbiosis para aportarse un beneficio
mutuo. Desde siempre los Dimathianos se interesaron por el más mínimo de los
cambios en la naturaleza y el entorno; y en su afán por el conocimiento,
llegaron a crear un portal mágico que les permitía transportarse a otros puntos
del universo, pudiendo explorar nuevos planetas y descubrir distintas formas de
vida.
La vida de todos ellos transcurría plácida y
tranquila, gracias a los pactos firmados por los monarcas de los cuatro reinos
de Agolán, Mitarán, Lendarían y Adopalán. Sin embargo, de vez en cuando surgían
pequeñas rencillas entre los habitantes de los distintos reinos, principalmente
eran conflictos entre algún mago y algún humano que presumía de poder vencerlo
aún a pesar de su falta de poderes, pero que no llegaban a ser tan importantes
como para provocar una guerra.
Sin embargo Ozael, sumo monarca de Oscorán, el
último y quinto reino, pretendía convertirse en el gobernante de todo Dimathian
y junto con sus súbditos, trataba de romper la frágil paz existente entre los
otros cuatro reinos.
En un intento por combatir los planes del rey
de Oscorán, el resto de reyes, decidieron enviar
magos a todos los rincones del universo para buscar más aliados e instaurar la
magia en otros mundos. Ozael desconocía la ubicación exacta del portal mágico,
construido por los reinos vecinos, lo cual propició que él mismo construyera su
propio portal en sus dominios, enviando a sus magos a otros mundos a combatir a
sus enemigos.
En su búsqueda frenética de aliados contra
Ozael, varios magos llegaron a un planeta que había visto la reciente llegada
del ser humano. A su llegada lo vieron grande, majestuoso, con buenos y amplios
bosques poblados de animales, enormes mares y ríos; lo cual hacía que fuese el
lugar ideal para la instauración de la magia y la consagración de nuevos magos.
Con lo que decidieron asentarse en él y lo llamaron
Tierra.
Era cuaternaria, periodo del
pleistoceno…
Los glaciares habían cubierto la
cuarta parte de la superficie terrestre y el clima era muy frío. Una era en la
que apareció el hombre, que convivía con animales feroces y corpulentos como el
mamut, el mastodonte y el famoso tigre Dientes de Sable, entre otros. Su
aspecto era semejante al de los simios, como lo demostrarían las mandíbulas y
otros restos encontrados en épocas posteriores.
A su llegada a la Tierra, los
magos construyeron otro portal, que les permitiese mantener el contacto con
Dimathian. Necesitaban asentarse cuanto antes e instaurar la magia, creando una
nueva orden de magos listos para la batalla, en caso que estallase una guerra
en su planeta. Sólo había dos maneras de engendrar un mago. Un bebé nacido de
la unión de dos magos, o un bebé nacido de la unión de, un mago con otro ser
humano.
La vida en el planeta Tierra fue
evolucionando, y con ella la sociedad humana y su inteligencia. Al principio
los magos fueron bien recibidos y aprovecharon sus grandes dones para mejorar
la calidad de vida de los humanos, pero pronto se les tachó de rarezas y todo
el que demostraba cualquier tipo de poder era brutalmente asesinado. Con el
paso del tiempo, fueron muy pocos los que quedaron con vida. Los magos intentaron
conservar su cultura y su portal, para poder contactar con Dimathian. Sin
embargo, tuvieron que camuflarlo mediante magia, dentro de una cueva y
rodeándolo de formaciones rocosas, con el fin de protegerlo de las futuras
generaciones, evitando así perder la única manera de
regresar a su amado planeta.
Con el paso de los años, la magia
se fue perdiendo poco a poco y los magos prácticamente se habían extinguido, transmitiendo su sabiduría de generación en
generación. Así fue como el secreto de la cultura de Dimathian se fue perdiendo
con el paso del tiempo…
Siglos y siglos después la magia casi había
desaparecido y en la época actual, año 2012, los que se interesaban por ella lo
hacían a hurtadillas, así que los apasionados de aquel arte no tenían
demasiadas opciones de ser ellos mismos.
Habían pasado muchísimo tiempo desde la llegada de los Dimathianos
a la Tierra y Dimathian continuaba enfrentada. La alianza entre los cuatro
reinos estaba consolidada de forma definitiva, pero cada día les costaba más
derrotar a las huestes de Oscorán y por eso aquella reunión era de vital
importancia. En el claro donde se encontraba el portal, se hallaban Esdras rey
de Adopalán; Guido rey de Mitarán; Nahum rey de Lendarián; y Anieli rey de
Agolán.
Guido, un monarca joven y de pelo rubio, observaba
con sus grandes ojos verdes a los otros tres monarcas con gesto preocupado.
Veía cómo Aneli tan joven y vigoroso
estaba a punto de perder los nervios por la situación en la que se encontraban,
y eso no era normal en él, no se podía ver la expresión amable de esos ojos
marrones que siempre había en su rostro. Pero Esdras estaba demasiado calmado a
su parecer. Tal vez creía ver tranquilidad en su rostro al tener esa expresión
aniñada por sus enormes ojos azules y su pelo largo y castaño que le seguían
otorgando esa expresión animada y aniñada.
Su vista se desvió hacia Nahum que se hayaba de pie apoyando la mano
en un árbol. Era un hombre alto, cercano a los cuarenta años, con el pelo
castaño y largo. Su ligera barriga se dejaba
entrever entre sus ropas, mientras se pasaba la otra mano por su pelo y su
barba con nerviosismo. Las cosas se estaban descontrolando demasiado y los
cuatro monarcas lo sabían. Algo debían hacer y rápido antes de que las cosas no
tuvieran remedio, pero no era fácil
tomar ninguna decisión sin poner en peligro a sus habitantes y guerreros.
− ¡Esto no puede seguir así! —Gritó
Nahum.
− ¿Crees que no nos damos cuenta?
—Intervino Guido.
− ¿Y qué vamos a hacer? —Preguntó
Anieli con preocupación—. Dicen que los está entrenando… nosotros no tenemos
magos tan poderosos.
− Debemos mantener la calma —Dijo
Esdras tratando de calmar los ánimos.
Anieli miró sorprendido a su
colega.
− Esdras ¿Cómo puedes estar tan
tranquilo cuando Oziel puede ganarnos con sus nuevos magos?
− Ya se nos ocurrirá algo para
combatirle. Pero el nerviosismo no nos ayudará —Comentó relajadamente.
Los monarcas se
miraban incrédulos ante la pasividad de Esdras, que había comenzado a pasear de
un lado a otro con el rostro pensativo.
− ¿Alguna idea? —preguntó Guido al
cabo de un rato.
− Hace tiempo que enviamos magos a
otros planetas para instaurar nuestra cultura y formar nuevos magos —comenzó a
explicar el monarca, mientras veía como sus acompañantes asentían con la
cabeza—. Creo que ha llegado la hora de reclamar su presencia. Mandemos
mensajeros a esos planetas para avisarles de lo que sucede en Dimathian y que
se unan a la batalla.
Pasaron un par de días desde que los cuatro
reyes se reunieron y ahora se encontraban en el mismo claro, acompañados por
los mensajeros que irían en busca de sus aliados.
− Todos tenéis bien claro cuál es vuestra
misión —la voz de Esdras sonaba potente y clara en el lugar—. Partid y que Lia
os proteja y guie vuestros pasos.
Dicho esto, los hombres y mujeres que se
ofrecieron para cumplir aquella tarea, comenzaron a cruzar el portal hacia sus
distintos destinos.
Días después,
comenzaron a regresar a Dimathian varios de los mensajeros. Algunos volvían
heridos, pues les habían atacado en lugares donde se odiaba la magia. Otros
regresaban con un pequeño número de magos dispuestos a colaborar con ellos.
Varios mensajeros no consiguieron averiguar nada de lo que les sucedió en
algunos lugares, y de la última pareja que
quedaba, y que enviaron al planeta Tierra, regresó solamente uno de ellos para
traer un mensaje.
− Mi señor, en la Tierra es difícil dar con ellos
—Esdras escuchaba con suma atención al hombre que tenía delante—. Sus
habitantes desprecian y se ríen de la magia, con lo que, los pocos magos que
puedan quedar se encuentran bien escondidos.
Guido miró a Esdras con preocupación.
− Ahora he de marcharme —Prosiguió el
mensajero—. Mi compañera me está esperando.
− De acuerdo. Ve con cuidado y que Lia os
proteja —Pronunció con seriedad
Esdras.
− Gracias, mi señor.
El planeta Tierra les había resultado muy
curioso. Tiempo después de haber enviado a magos allí, empezaron a estudiar ese
lugar tan peculiar para ellos. Decidieron familiarizarse con sus idiomas y sus
costumbres, gracias a su sed de sabiduría y conocimiento, decidieron hacer
libros con los diferentes idiomas, para transmitir a los aprendices comosaciar
su curiosidad y aumentar así su conocimiento. Por supuesto hicieron lo mismo
con el resto de planetas que visitaron.
Los eruditos se percataron de que con el paso
del tiempo en varios de los lugares las costumbres, credos, ropajes y formas de
vida iban evolucionando y cambiando, en ocasiones para asegurar una vida más
cómoda y confortable. Aunqueno todos los planetas evolucionaban con la misma
rapidez.
Además cada vez que se marchaban para estudiar
La Tierra, debían adaptarse a sus costumbres y ropas para pasar desapercibidos,
por su propia seguridad.
¿Qué os parece? Como se puede ver, más o menos está la misma información, pero de otra forma. Aunque es cierto que hay algunos datos nuevos. Espero y deseo de todo corazón que os guste, porque estoy trabajando muy duro con Dianna para que el resultado sea muy bueno!
Me gustaría saber vuestra opinión, siempre con respeto. Si no os ha gustado, querría saber cuáles son las cosas y las razones.
Un besote
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