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martes, 31 de mayo de 2011

Amor inesperado Prólogo

Prólogo
Melinda estaba sentada en el avión, se sentía nerviosa pues eso de viajar sola no iba con ella. Pero ese viaje era el cambio de su vida, su nueva vida comenzaría cuando bajase de ese avión.

Clavó sus peculiares ojos, marrones y verdes en la ventanilla, se observaban las pistas y el resto de aviones. Pero su ensimismamiento se vio interrumpido por la azafata de vuelo.

-Pasajeros del vuelo X-605 con destino Brasil, mantengan abrochados sus cinturones hasta que se apague la señal luminosa. Mantengan sus asientos en posición vertical. Mantengan sus bolsos de mano bajo sus asientos. –dijo la azafata. – En caso de emergencia, tienen dos salidas de emergencia a los laterales así como una en la delantera del avión y otra en la cola. En caso de despresurización de la cabina, pónganse las mascarillas en la cara y respiren con normalidad. Bajo sus asientos tienen el chaleco salvavidas, tiren de las anillas y en caso de no funcionar, insuflen aire por el tuvo. –explicó con gestos. –Esperamos que disfruten del vuelo.

            Una vez que la azafata lo dijo también en inglés, el avión despegó. Melinda había montado alguna que otra vez en avión y no tenía miedo a las alturas, aunque el despegue le daba bastante impresión.

            Pero el avión despegó correctamente y sin incidentes y se pusieron en marcha. Eran unas diez horas de vuelo. Así que cuando se apagó la señal luminosa del cinturón, Melinda se lo quitó y cogió su bolso para hurgar dentro. Cogió el libro que se había llevado para el camino.

            Estaba leyéndose el último libro de la saga “Cazadores de Sombras”, titulado “Cazadores de sombras. Orígenes. Ángel mecánico”. Le habían hablado muy bien del libro y pensó que sería una buena forma de pasar un rato del vuelo.

            A su lado había sentado un chico, era más o menos de su edad, de pelo castaño y por lo que pudo fijarse, tenía los ojos azules. Era guapísimo, el chico más guapo que nunca había visto.

            Él estaba leyendo un libro también. “Crónicas vampíricas VI. Damon Almas oscuras”. Eso le hizo gracia, pues le encantaban los libros de vampiros, y ese en concreto ya se lo había leído.

-Es muy bueno ese libro. –dijo casi en un susurro y muy cortada.

-¿Cómo dices? –preguntó él.

-Que ese libro ya me lo he leído y es muy bueno, a mí me encantó. –contestó Melinda señalando el libro que sostenía aquel chico en las manos.

-¡Ah! Gracias por la información. –contestó alegremente y dedicándole una sonrisa. –Por cierto, soy Cristian.

-Yo, soy Melinda. –respondió ella con una tímida sonrisa.

-Mucho gusto. –dijo él.

            Cada uno continuó con su libro, aunque lo cierto es que ninguno de los dos no prestaba demasiada atención a su lectura. Se dedicaban miradas furtivas y tímidas sonrisas.

            Llevaban cerca de cuatro horas de vuelo. Cristian se había puesto algo de música, pero Melinda se quedó medio dormida. Cristian aprovechó para observarla, lo cierto es que la encontró muy hermosa.

            Pero pasados unos minutos, empezaron unas grandes turbulencias, que hicieron que los pasajeros que estaban dormidos, incluyendo a Melinda, se despertasen de su sueño.

-¿Qué ocurre? –preguntó Melinda medio adormilada.

-No sé, hay turbulencias. –comentó Cristian.

            Pero las turbulencias fueron cada vez más fuertes y seguidas. El avión se sacudía profundamente. Todos los pasajeros empezaron a alarmarse, aunque la azafata de vuelo trataba de calmar al pasaje.

-Señores pasajeros, atravesamos una zona de turbulencias, no se muevan de sus asientos y abróchense los cinturones. –dijo la azafata tratando de estar tranquila.

            Pero después todo fue muy precipitado. Saltaron las máscaras de oxígeno, y el pánico se apoderó de todo el pasaje. Los gritos era lo único que se escuchaba dentro del avión.

            Poco a poco el avión se precipitó, cayendo aceleradamente. Los objetos bajo los asientos empezaron a saltar, la gente cada vez gritaba más y los movimientos del avión eran más violentos.

            Melinda como un acto inconsciente, se acercó a Cristian para buscar refugio y protección bajo sus brazos. Él la abrazó para tratar de calmarla, de arrullarla y de evitar que tuviera miedo ante lo que se les venía encima….

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